Ahondé en tu mirada.
De primera impresión pensé que eras una mujer muy seria, con la cual no tendría ni una oportunidad. Hablaste y tu voz entró y se posó en mi imaginación, nunca pensé que encontraría tan rápido alguien a quien me gustaría escuchar. Te espié en secreto, no sabías de mi existencia, no sabías mi nombre, aunque tampoco se me ocurrió aprenderme el tuyo.
Extasiado encontré que compartiríamos momentos, en un sentido muy ambiguo. Tendría la posibilidad de admirar mil y un posibilidades contigo, mil y un sueños... Mil y un mentiras. O al menos eso esperaba.
Recordaré siempre el primer acercamiento que tuvimos, fue algo extraño. No pensé nunca que las cosas podrían ser así. Bueno, ahí supe que no eras tan sería como lo pensé al principio. Al posarte frente a mi timidez, tu sonrisa despreocupada, y tus ojos llenos de brillo y esperanza se abalanzaron sobre mí. Creo que medio de pude decir mi nombre, tú hiciste lo mismo con aquel nombre que repito cada poema.
Ese día todo cambió. Algo en ti me demostró que tenía el valor suficiente como para entablar conversaciones contigo, y pude abrir mis lados románticos contigo, sin embargo existe cierta barrera que aún no logro atravesar.
Sentados frente a frente, con el cigarrillo consumiéndose, tú con tu café, yo con mi vodka barato, mirándonos fijamente. Hay algo en ti, algo que no me permite ir más allá, en ti veo algo más. No sé que es aún.
Te despediste. Te fuiste con un beso y un abrazo prolongado, y dejaste en mí tu aroma, recordándome lo que por ti siento.