El frío a través de mis huesos me despierta, hacia mi izquierda el reloj marca las 5:43 de la mañana, a través de la ventana deslumbro un poco pequeñas gotas de luz que con el tiempo marcarán el día. De las 3 cobijas con las que me había acostado, solo reposaba sobre mí la mitad de la última; la más delgada. Giro hacia mi derecha y te veo, con tu mirada tranquila, llena de paz. Tu dulce piel blanca y tu cabello castaño que con las gotas de luz que entran tiende a verse un poco más rubio tapando aquella mirada de la que me enamoré.
Me percato que abrazas con mucha fuerza las cobijas que debían acompañarme, además de que tu posición era un poco extraña. Atravesabas transversalmente la cama ocupando gran porcentaje de esta, dejándome en un rincón. Tus piernas sobre las mías, intentando robarme hasta la última pizca de calor que reposa en mi cuerpo. No hay que ser un genio, para darse cuenta que lo que sentías era frío... más que yo quizá. Lo pienso mucho, no quiero incomodarte, más cuando sé que has tenido días difíciles y has descansado poco. Pienso si debería dejarte dormir y resignarme al frío y la incomodidad, ya que igual será solo 1 o 2 horas más, pienso... pienso...
Vuelvo a la izquierda y el reloj ya marca las 5:57. Llevo 15 minutos intentando no moverme mucho, viendo tu rostro tranquilo, pensando en qué sería lo más sensato. De un momento a otro noto que te mueves, es el momento que puedo aprovechar. Logro arrebatarte las cobijas de tus brazos, y mientras tienes movimientos inconscientes de rechazo, logro abrazarte. No sé si por reacción, o por qué pasó, pero hiciste lo propio rodeándome bajo los brazos. Ya no puedo ver el reloj, supongo que marcará las 6 en punto, o las 6:01, ahora solo veo mucha tranquilidad y siento como el frío desaparece mientras mis ojos se cierran lentamente.
La luz que atraviesa la ventana me despierta, no puedo ver el rejol. En frente mío observo tu rosto, tranquilo y en paz, sin embargo noto algo diferente. Tus labios esbozan una leve sonrisa. Una que no veía hace mucho tiempo por lo agobiada que te encontrabas; coqueta y sincera. Permanezco petrificado en esa posición, siento una felicidad enorme dentro de mí. De un momento a otro siento como aprietas mi espalda, y como tus piernas se cruzan más y más con las mías. Tu rostro se levanta lentamente, con una mano te retiras el cabello que tenías en la cara y me observas con esos ojos verdes con los que caí fundido apenas te conocí. Sin decir una palabra te mueves rápidamente hacía a mí y esa sonrisa que tenías se transforma en un beso. Un beso profundo que nos deja pasmados. Como dos estatuas que se hicieron una...
Giro a mi izquierda y veo el reloj; marca las 9:26. Procedo a levantarme, pero me agarras de la muñeca y me halas de nuevo a la cama. Me susurras que tienes frío, que no me vaya, mientras vuelves a amarrarme en un abrazo. Caigo de nuevo a tu lado, festival de besos y sueño. Lentamente ambos vamos cerrando los ojos.
Despierto repentinamente y veo el reloj, pero ya no me importa que hora es, puesto que contigo a mi lado los segundos llenos de felicidad son horas de éxtasis para mi. Ya no me importa que hora es, porque contigo estaría hasta que termine mi viaje por el bosque de la canción eterna.