Entraste por la puerta, botas, falda, chaqueta negra, fue un llamado instantáneo al cual acudí. Sentía algo fuerte, algo vibrando dentro de mi, pero en el momento que volteaste y pude ver tu rostro caí perdido en esos ojos verdes, esos labios rojos y esa maldita camiseta, esa maldita camiseta que de una u otra manera me decía que podríamos compartir horas y horas escuchando música juntos.
Te sentaste en la barra, y sin mucho meditarlo pediste una cerveza. No podía quitarte mis ojos de encima, y en un punto lo notaste. Con una sonrisa coqueta dejaste entrever que no te molestaba, pero que no querías que eso quedase más en miradas. En un movimiento rápido me diste a entender que era mi momento de moverme y que si no lo aprovechaba todo lo que no había comenzado acabaría en ese momento. No sé de dónde, ni como, pero saqué valentía y me levanté de mi mesa, en linea recta atravesaba la multitud buscando llegar a la barra. Choqué, empujé y molesté, pero en mi cabeza solo podía pensar en esos labios rojos y esos ojos verdes mirándome fijamente.
'Hola' te dije, agitado, sudoroso y con un foco rojo escondiendo mi sonrojo. Respondiste de forma muy seca '¿Cerveza?' y yo solo pude asentir, en mi cabeza solo pensaba que ya, sin haber dicho más que una palabra la había cagado. Recibí la botella y por los nervios tomé más de la mitad en un sorbo. 'Garganta profunda, ¿eh?' fue lo siguiente que te escuché decir, seguido de un 'Yo también tengo la garganta un poco profunda, sería interesante si puedo mostrártelo'. Para mí, eso más que una propuesta indecente, fue la mejor forma de romper el hielo.
Una, dos, tres, ocho cervezas pasaron y seguíamos en la barra, hablando sin parar, de cine, de música, de sexo, de viajar, de deportes, de lo que se te pasara por la cabeza, empezaron a pasar las horas más y más rápido, hasta que un hombre nos interrumpió. 'Muchachos, ya cerramos, lo sentimos'. Con un leve balbuceo respondimos y salimos resignados. En el andén sacaste tu caja de cigarrillos y me ofreciste uno. Llevaba tal vez 4 meses sin fumar, pero sin pensarlo dos veces lo recibí, prendiste el tuyo, y luego prendiste el mío, sin necesidad de usar el encendedor nuevamente. Eran las 3:33 de la madrugada, y nuestra única preocupación era el frío. Mientras se consumía el cigarrillo y seguíamos conversando ibas buscando como volver a tu casa.
En un punto, sin transporte opiné que deberíamos ir caminando, a lo que tu te reíste y dijiste 'Es una idea muy estúpida, yo vivo muy lejos', pero que empezaste a seguir, conmigo detrás. 4:00 marcaba el reloj y no aguantabas más el frío, te di mi buso y me volviste a sonreír como lo hiciste en el bar. De la nada pasó un taxi, y lo tomamos sin pensarlo, yo te dije que te acompañaba hasta tu casa y luego seguía hacia la mía, pero entre roces y miradas extrañas por parte del conductor, me bajé contigo.
Me invitaste a pasar, estaba un poco desordenado. Había colillas y botellas de cervezas regadas aleatoriamente por el apartamento. Me pediste que esperara en el sofá de la sala, ibas por un buso para regresarme el mío. Al cabo de 5 minutos volviste, completamente desnuda, estaba anonadado.
Te abalanzaste sobre mí y entre besos y caricias empezamos a follar. Empecé a perderme entre tus piernas, entre tus pechos, en tu cadera y en ti. El calor que sentí, tu sudor, tus gritos, tus marcas en mi espalda... todo.
Ya son las 12:30 del medio día, sigo acostado en tu cama, tú a mi lado, aún desnuda reposas en silencio. Siento la necesidad de irme, pero no porque no quiera seguir contigo. Mientras pasa el tiempo me siento a ver el techo, pienso en como una persona de la noche a la mañana puede cambiar la vida de otra. Pienso en qué puede pasar, en qué no y en menos de lo que imaginas me armo un mundo en mi cabeza, referente a esa situación. Empiezas a despertarte, volteas y me ves y sin titubear te me pones encima, quieres que sienta tus pechos, me besas y te levantas. Prendes un cigarrillo y vuelves a invitarme, '¿Por qué no?' pienso. Me preguntas si tomo café para ver si preparas una o dos tazas y te vas, con nada más que mi camisa puesta a la cocina.
Mientras tomamos café, te digo que debo partir, pero que no quiero que ésto sea algo de una sola noche, la verdad estaba encantado no solo con tu cuerpo, o con tu mirada, estaba loco por tu forma de hablar, por tus ideas y comentarios y por tus gustos, los cuales compartías conmigo. Me gustaba como veías la vida y creo que me enamoré en un momento de tu forma de ser. Sin mucho preguntar, me diste tu número, te escribí por que siempre dudo en este momento y efectivamente eras tú.
Te pedí mi camiseta para irme, y sin mediar palabras en medio de la cocina te la quitaste, me preguntaste si me gustaba lo que veía y posterior a eso, volvimos a tener sexo en el mismo sofá de la noche anterior. Siendo las 3:33 salí de tu casa, iba contento viendo la vida, sentía que esa noche mi vida cambiaría y empezaría a irme bien en las relaciones sentimentales. Salí contento a la calle, y no tuve ni que dar el primer paso en la avenida para recibir tu primer mensaje. Todo indicaba que estaba en lo correcto que mi vida había cambiado.
Al tercer día, desapareciste y no te volví a ver.