domingo, 3 de noviembre de 2013

A la puerta de tus ojos.

Fue duro, ver que te perdía cuando ni siquiera te tenía, llegue a entrar a tu alma, a tu ser, pero nunca pude ser parte de ti como yo quería. Recuerdo que cuando te vi, pensé que no eras nadie diferente, tan solo una mujer más, de esas que aparecen en tu vida y que nunca transformarán nada en ella. Pero me equivoqué, con una mirada tuya directamente a mis ojos me atrajiste, me sentí hipnotizado, con una sola mirada me tenías a la puerta de tus ojos, a la puerta de todo lo que había en ti. Todas tus cualidades, y todos tus defectos que te hacían una mujer perfecta.

Busqué la forma de conocerte, pero nunca estuve ahí de frente, no había nadie más pendiente de ti que yo. Tu gustabas de un imbécil, otro imbécil que no supo valorar quien tenía atrás de él. Mientras yo era un imbécil que nunca sería capaz de hablarte, ni de mantenerte la mirada. Existen muchos tipos de imbéciles, yo estoy entre ellos pero yo soy un imbécil conmigo mismo, no como lo era él, que era un completo imbécil frente a ti. Pero pues las cosas sucedieron, no pude evitar perderte, existe gente que no es tan tonta como yo, yo te deje ir sin siquiera tenerte, pudiendo haber hecho al menos el esfuerzo de mostrar mi existencia frente a ti.

Ahí me quedé. En la puerta de tus ojos, pues no pude llegar ni a tocarla. Entre ahí para quedar capturado. No podría salir no podría entrar más. Ojalá algún día me abras la puerta de tus ojos para poder entrar a tu alma y buscar la forma de hacerte feliz. Pues eso es lo único con lo que sueño en este momento. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario