Cuando pensé que mi vida encontraría esa paz que tenía hace aproximadamente 4 años, las cosas vuelven a complicarse, tanto física, como emocionalmente. Y no es sólo el tener que haber acelerado mi recuperación de rodilla para hacer algo tan fundamental y básico como desplazarme de un lugar a otro, en este caso desplazarme al lugar donde estudio, sino también es el comenzar a tener sensaciones y recuerdos.
Pensé que volvería lentamente a hacer deporte, hace menos de 15 días comencé con una pequeña rutina de ejercicios en la pierna, más el centenar de escaleras que subo diariamente, por lo que pensé que este fin de semana podría regresar a las canchas, arrojar un balón a un aro, correr de un lado a otro... Aunque correr es un decir, entre otras cosas. Algo así como tomar el sol de nuevo, sudar y sentir la satisfacción de un buen trabajo... Pero el dolor volvió. 2 meses y 7 días después de mi operación de rodilla, ahí sigue ese dolor, punzante, tortuoso, permanente, un dolor que no se va, que siempre viene... Dolor. Por lo que obviamente estos planes de salir a jugar baloncesto, o fútbol, o tenis, o cualquier cosa, se cayeron.
Sin embargo la situación trasciende más allá, y esta frustración vuelve a tu sonrisa. Aquella que a día de hoy no logro superar. Por más que lo intente seguirá ahí, en mi cabeza, en mi corazón. La sonrisa que desperté, aquella misma que en algún momento apagué. Básicamente eso, frustración que me recuerda lo mucho que te extraño. Frustración que me hace necesitar tus besos. Frustración, frustración, decepción.
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