Recorría bosques y selvas, el cazador tenía experticia en el asunto. Marcas en los árboles, señales en los ríos, tenía un manejo de ubicación que hasta el mismo Zetes hubiese quedado sorprendido. Todo ésto era debido a la experiencia que tenía, años cazando lo hacían un hombre sagaz, hábil, conocedor. Ese conocimiento en el campo lo hacía alguien audaz, sin temor alguno.
Sin embargo, después de horas caminando se percató que estaba andando en círculos. Había recorrido el mismo camino una y otra vez durante largas y tortuosas horas. Al final, bajo una oscura noche sin estrellas y con una luna muy tenue, el cazador se dio cuenta que por primera vez estaba perdido.
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