Deambulaba por el vació del espacio, habían pasado ya 5 meses del accidente, y realmente no sentía el paso del tiempo. Para él solo había pasado una semana, recordaba todo con mucha nitidez... Era un día normal (si es que a eso se le puede llamar día) más allá de las estrellas, por lo menos para él. El, capitán de una nave sin nombre que emprendía misiones y se satisfacía con la exploración espacial y una tripulación quizá no muy numerosa, pero si leal hasta los últimos instantes. Era un día tranquilo, así lo adaptaron ellos en función al día terrestre, sin embargo sin previo aviso uno de los principales reactores termonucleares con los que la nave se permitía viajar se malogró y en menos de lo que la luz puede recorrer travesías entre planetas más de la mitad de la nave quedó reducida a partes flotando erráticamente a lo largo del basto espacio. El capitán sin pensarlo dos veces aisló la cabina, intentando salvar a sus compañeros, sin embargo, por los azares del destino, toda la tripulación se encontraba en la parte baja de la nave. Así, de un momento a otro aquella nave sin nombre se convirtió en una cabina que por falta de energía no podía desplazarse a su placer, pero que al menos serviría como refugio mientras alguna otra nave pasaba por ahí y se percataba de la situación.
Pasó el tiempo, y aquella otra nave nunca apareció. Solo, en el espacio, viendo más allá de las estrellas... el capitán completamente solo. Los primeros meses fueron los más difíciles, soñaba constantemente con su tripulación, sus amigos, con quienes había compartido por un gran tiempo, hablar de días y noches es complicado, puesto que en la inmensidad del espacio, casi siempre es de noche. Aquella cabina en la que se sentía prisionero contaba con provisiones de supervivencia para 20 años, sin embargo sobrevivir no implicaba una vida digna. Constantemente tenía pesadillas donde él era el culpable de todos los desastres, al fin y al cabo era el capitán, él debía velar por la seguridad y el bien de toda la nave, en vez de estar sentado en un trono sobre los demás. Constantemente disertaba y hablaba consigo mismo en voz alta, como si discutiese con alguien más, pero al final siempre solo. Siempre se afligía por lo sucedido y la impotencia de no poder hacer nada le ganaba. Estuvo al borde del suicidio varias veces, y muchos hubiesen estado de acuerdo con eso, al final era alguien perdido en el vacío del espacio, una muerte similar a la de su tripulación en condiciones adversas; pero nunca lo logró.
Después de varios ciclos semanales empezó a tranquilizarse, a buscar opciones más allá de las situaciones negativas y de la profunda oscuridad del espacio. Su cabeza ya no tenía poder sobre él, ya lo había torturado lo suficiente con todo lo sucedido, después de mucho pensarlo y con mucho esfuerzo detrás, el capitán solo encontró tranquilidad. Aprendió a ver el infinito del espacio y buscar en él la belleza, ver como más allá de las estrellas podía encontrar nuevas oportunidades y se sentía agradecido de que su destino no fuera la fría muerte aleatoria en un lugar tan desolado. Habían pasado ya 5 meses del accidente y él solo sentía que había vivido 1. El tiempo en el espacio siempre dará a conjeturas físicas complejas de explicar, pero era como si el tiempo no pasara en los ojos del capitán solo.
martes, 28 de mayo de 2019
viernes, 24 de mayo de 2019
Mendacium.
Siempre decías cosas que me endulzaban el oído, siempre cosas bonitas que extrañamente no eran acordes a tus actitudes. Llegaste a decirme que siempre estarías para mi debido al amor que sentías por mi, pero eso no fue más que otra mentira más que creí. Siempre me gustó vivir en ese mundo de mentiras, en primer lugar porque me gustaba creer que era todo cierto y en segundo porque siempre he querido ser el mejor mentiroso.
Han pasado ya dos años desde te fuiste, pero sigues aquí, en mi cabeza, en mi forma de ser. Todos me decían que eras una persona mentirosa, que no tenía corazón y que era fría como ninguna otra. Mi sorpresa llego al encontrar en muchas muestras de afecto por tu parte calidez en un gran corazón. Con eso empecé a dudar si realmente eso de que eras mentirosa era una mentira más.
¿Hasta dónde una mentira es eso? ¿Cuándo una mentira es una verdad escondida? ¿Cómo se da el caso contrario? Todas preguntas que me nacían mientras mas pasaba tiempo contigo y mas te iba conociendo. Mientras más te conocía, más preguntas me hacía. No me sentía tranquilo, pero llamaba mucho la atención conocerte, tenías una forma de ser curiosa, siempre en función a una prosa que profesabas, pero que muy rara vez demostrabas... hasta el punto que jamás olvidaré la primera vez que me dijiste 'No te vayas, te necesito'.
Empecé a ver como mentías, o al menos así yo lo percibía. No solo cuando hablabas conmigo, sino en general cuando hablabas con cualquier persona. Moldeabas las cosas a tu favor en la mayoría de oportunidades que tenías para hacerlo, y no dudabas ni un segundo en mostrarte segura frente a todo lo que decías por más que supieses que yo sabía algo más. Eras cínica con tus palabras, pero en momento me dabas el cariño que me faltaba en ese momento.
Al final todo me llevó a pensar ¿qué son realmente las mentiras? ¿Acaso una mentira deja de serlo cuando es mejor que la verdad que esconde? ¿Es una mentira repetida muchas veces una verdad?, contigo me preguntaba y me preguntaba cosas y empecé a tomar actitudes tuyas, empecé a mentir.
Después de todo lo que me dijiste y que nunca permitiste que me fuera, un día tomaste la decisión de desaparecer. Me afligía el saber que no volvería a tener palabras bonitas de tu parte, porque al final, después de tanto repetirlas, sonaban como verdades. Siempre guardé en mi recuerdo tu muletilla más constante, 'No te vayas, te necesito'. Ésta que me enseñó a comportarme de una forma más maquiavélica, y por la cual te agradezco.
Hasta el día de hoy no he obtenido respuesta a ninguna de las preguntas que me formulé al largo de éste texto, sin embargo, entendí que para vivir en un mundo de mentirosos, se tiene que ser el mejor de los mentirosos.
miércoles, 22 de mayo de 2019
El tesoro.
Y en círculos el cazador ando durante mucho tiempo. Vagaba, con su mirada fija en la luna, esperando a que la luz de un pronto amanecer le diese un norte y por ende una señal de ubicación. Un amanecer dónde los tonos azules y naranjas se besan y el sol empieza a tocar el firmamento, en un cielo que de un vistazo rápido será blanco, pero que al detallar irá perdiendo su color en las hojas de los árboles y en la densidad de éstos. Aquel sol que pretendía dar esperanza, terminó desapareciendo antes de que se imaginara. Un día gris, con gotas resbalándose por las hojas que minutos atrás habían sido bañadas por la luz solar, un día gris lleno de nubes que atormentó al cazador hasta que la oscuridad volvió a poseer el firmamento.
Perdido, cansado, desesperado y ansioso, aquel cazador decidió tomarse un respiro, al mirar el cielo nocturno se percató que a lo lejos, una pequeña estrella titilaba, como ninguna otra que hubiese visto antes en su vida. Poco a poco fue cerrando sus ojos, hasta que repentinamente el cantar de los pájaros hiciese que los se abriesen de repente. Era nuevamente de día, y decidido a salir de ése extraño lugar el cazador emprendió un nuevo camino, haciendo uso de todas aquellas técnicas que la experiencia le había proveído se encaminó a la salida de su laberinto.
Durante las primeras horas seguía sintiendo que caminaba en círculos, se sentía perdido y se desesperaba, pero cuando pensaba bien las cosas encontraba pequeños detalles que le hacían cambiar de opinión. Se dio cuenta, que en pequeñas cosas encontraba grandes diferencias y empezó a tener en cuenta cualquier mínimo detalle. Encontró en la simplicidad su más grande tesoro, aquel que en menos de lo que esperaba lo ubicó nuevamente y le dio valor para continuar con su aventura.
El cazador ya no estaba perdido, recorría nuevamente con total confianza aquellos lugares que en un momento lo agobiaban. En su tesoro encontró la tranquilidad, en su tesoro encontró la fuerza que necesitaba para afrontar con aun más experiencia, nuevas aventuras.
Perdido, cansado, desesperado y ansioso, aquel cazador decidió tomarse un respiro, al mirar el cielo nocturno se percató que a lo lejos, una pequeña estrella titilaba, como ninguna otra que hubiese visto antes en su vida. Poco a poco fue cerrando sus ojos, hasta que repentinamente el cantar de los pájaros hiciese que los se abriesen de repente. Era nuevamente de día, y decidido a salir de ése extraño lugar el cazador emprendió un nuevo camino, haciendo uso de todas aquellas técnicas que la experiencia le había proveído se encaminó a la salida de su laberinto.
Durante las primeras horas seguía sintiendo que caminaba en círculos, se sentía perdido y se desesperaba, pero cuando pensaba bien las cosas encontraba pequeños detalles que le hacían cambiar de opinión. Se dio cuenta, que en pequeñas cosas encontraba grandes diferencias y empezó a tener en cuenta cualquier mínimo detalle. Encontró en la simplicidad su más grande tesoro, aquel que en menos de lo que esperaba lo ubicó nuevamente y le dio valor para continuar con su aventura.
El cazador ya no estaba perdido, recorría nuevamente con total confianza aquellos lugares que en un momento lo agobiaban. En su tesoro encontró la tranquilidad, en su tesoro encontró la fuerza que necesitaba para afrontar con aun más experiencia, nuevas aventuras.
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