lunes, 14 de octubre de 2019

Un café más.

En esta ocasión, las cosas no fueron espontaneas. Contigo no surgió de la nada, ni apareciste cuando nadie más estaba. Fue una situación en mi opinión algo caprichosa, todo fue un proceso. Poco a poco fuimos conociéndonos, espacios y amigos comunes, muchas veces en la misma habitación sin intercambiar una sola palabra, muchas veces en un mismo cuarto sin chocar miradas. 

Al principio solo unas cuantas palabras, saludos y despedidas más que nada, poco a poco ya compartíamos risas y momentos. Y finalmente llegó el detonante, aquel catalizador que permitió que las cosas empezaran a pasar. Vaya día fatídico, pero supongo que tenía que pasar tarde o temprano.

Departimos en grupo y se dio este tema, cada quien empezó a dar su opinión y a hablar de eso, mientras yo di un paso atrás. No me sentía cómodo, no quería estar ahí, y sin pensarlo mucho salí y me fui sin avisar, con la mala fortuna de que te encontré de frente cruzando el pórtico, chocando abruptamente. Preguntaste a dónde iba, y nervioso no supe que decir, así que de repente y agitado te dije que te contaría bien cuando nos tomáramos un café.

Vaya imbécil, pensaba. Seguro no gastarías tiempo en eso con alguien como yo, teniendo tantas cosas que hacer. Me sentí como un imbécil y empecé a irme sin poder verte a los ojos, y antes de que pudiese voltear, con una sonrisa me dijiste que sí, que me escribías cuando supieses que tenías algo de tiempo. Apenado y asustado partí casi corriendo, en ese momento no sabía como sentirme.

Miércoles por la mañana, recibí un mensaje tuyo. 'Estaré en el centro, si quieres veámonos en la tarde, que la tengo libre'. Lo pensé mucho, pero acepte, más por salir del asunto que por otra cosa. Esa tarde en mi cambió algo, y sin muchos detalles quedamos para repetirlo pronto. Era raro verte en ese ambiente dónde sólo estuviésemos tu y yo, pero poco a poco fue sintiéndose bien, un café tras otro ya era normal.

Esa normalidad fue la misma que poco a poco fue apagando ese sentimiento. Seguía sintiéndose bien, y solo por eso lo hacíamos, sin embargo progresivamente fuimos disminuyendo la frecuencia con la que nos veíamos. Poco a poco dejamos de hacerlo, hasta que definitivamente nos tomamos un último café juntos.

El tiempo sigue pasando y por cosas del destino, ya ni siquiera nos reunimos en grupo. El tiempo sigue pasando y cada uno va tomando caminos diferentes, separados y muy distantes. A duras penas hablamos y por eso mismo casi no sabemos el uno del otro. 

Sin embargo, no imaginas cuanto daría yo para poder tomar nuevamente un café más contigo.






martes, 18 de junio de 2019

Luna llena.

El humo del cigarrillo se eleva y nubla aquella luna llena que yace sobre el cielo. La misma luna que me ha acompañado en éstas largas noches... Noches que antes compartía contigo y que ahora comparto con mi soledad. Nubes, humo y una luna en lo más alto del cielo son lo único constante en mi vida.

Recuerdo con nostalgia la primera luna que compartí contigo. Fue un día extraño, era el primer día que te había invitado a salir, nos veríamos en un centro comercial. Desde el momento que me desperté y supe que era el día me sentía nervioso, la ansiedad recorría mi cuerpo. Quedamos de vernos para almorzar, pero de almuerzo solo teníamos la hora. Recuerdo haber llegado casi una hora antes, una hora donde me decía a mi mismo que me relajara, que no podía presentarme frente a ti de esa manera.

El tiempo pasó y me llamaste, me preguntaste donde estaba y acordamos un sitió para encontrarnos. Llegué a la banca y me senté, mis manos inquietas y mi cabeza dándome vueltas. Miraba a todos lados esperando verte, hasta que de la nada me sorprendiste abrazándome por la espalda. Me puse frío... Volteé y besé sutilmente tu mejilla intentando acercarme un poco a tus labios y te sonrojaste, empezamos a caminar sin mucho rumbo.

La tarde transcurrió sin muchos sobresaltos, hablamos, reímos y nos sentíamos cómodos. El tiempo pasó tan rápido que cuando menos nos dimos cuenta una gran luna llena se posaba sobre el cielo. Eran las 8 de la noche y estábamos cerca de tu casa, te dije que te dejaba y luego tomaba mi bus. Íbamos caminando, y empecé a distraerme con la luna, hasta el punto que en un momento casi me voy contra un carro. En ese momento tomaste mi mano y comenzaste a dirigir mis pasos, para mí ese momento era irreal, caminaba bajo una hermosa luna, tomado de la mano de una hermosa mujer.

Estar contigo me gustaba más de lo que yo mismo imaginaba, y no era consciente de eso en ese momento. Llegamos a la puerta de tu casa y me ofreciste entrar un rato, y yo lleno de pena accedí. Nos echamos en el sofá y empezamos a ver televisión, te notaba muy atenta hacia mí, y el tiempo siguió fluyendo rápidamente. En un momento me levanté del sofá y miré la hora, eran las 10:30PM, si no salía ya no habría forma de volver a mi casa.

Una parte de mí no quería irse de ahí, quería quedarse para siempre en ese sofá, rodeado por tus brazos, entrelazado con tus piernas, pero supongo que nunca he sido lo suficientemente valiente como para tomar decisiones estúpidas y apresuradamente te dije que debía irme. Me acompañaste a la parada, con el frío más absurdo que jamás había vivido, pero soportado por el calor que me estabas dando. Pasó el bus y en un intercambio rápido de miradas te robé un beso y al momento de separarme de ti ya estaba sobre el bus. Desde la ventana te veía sonrojada. El bus partió y yo solo pude ir el resto del camino hasta mi casa viendo la luna llena sobre el cielo.

Al día de hoy no sé que es de ti, desde que te fuiste del país perdimos el contacto, tuvimos una relación bonita, llena de altibajos pero con un cariño que siempre fue constante, incluso hasta el momento de tener que terminarla. No sé que será de ese centro comercial, ni de ese sofá donde departíamos, pero sé que donde quiera que estés y a donde quiera que sea que vayamos, la luna llena siempre estará ahí acompañándonos.

El humo del cigarrillo se eleva y nubla aquella luna llena que yace sobre el cielo. La misma luna que me ha acompañado en éstas largas noches... Noches en las que te recuerdo con nostalgia y cariño, noches en las que puedo sonreír porque sé que guardo algo de ti dentro de mí.

lunes, 3 de junio de 2019

He vuelto a soñar.

He vuelto a soñar con el amor. Así me gusta llamarle, porque aún no sé su nombre... Te he soñado durante varias noches y aún no distingo tu rostro, te he soñado por incontables noches y aún no sé tu nombre. Siempre que sueño con el amor hay algo diferente, pero al final siempre termina igual.

Anoche, besada por el fuego, con tus ojos, tu cabello y tus labios rojos, tomabas mi mano mientras echados en un sofá veíamos televisión sin verla realmente. Tus ojos eran demasiado para mí y no podía sostener la mirada, pero me sentía tentado a seguir viéndote, te contemplaba mientras en ocasiones tu veías a la nada, y al final cerraba mis ojos para sentir con más fuerza tus labios.

Antes de esa noche, eras luz entre oscuridad, blanca cabellera como blanca era la luna de esa noche y tus ojos azules, claros como el cielo en sus días más bonitos encajaban perfectamente como la reencarnación de la mismísima Selene, diosa griega de la luna. Bajo un cielo estrellado y con una luna crecida en su mismo romanticismo, recorríamos juntos el centro de ésta ciudad, andábamos por pasajes y nos escurríamos entre el pequeño laberinto de concreto. Nuestras manos juntas contemplando la fiesta de luces y el espectáculo cultural.

Antes, el sol brillante sobre tu cabello rubio destellando hacía todo lado, sol qué también aclaraba cada vez más ese color verde-amarillo de tus ojos , en un caluroso y agotador día, en algún parque de ésta basta ciudad. Caminábamos al rededor de un montón de personas, una multitud, una turba. Íbamos lento, a un ritmo que no distrae ni deja pensar a nadie más, donde lo único que importaba era lo que pasara entre nosotros.

Antes, ojos verdes y cabello castaño, sobre mi estabas echada, me recriminabas por mi forma tan infantil de ser, me decías que era un imbécil y que no tomaba nada en serio, te abalanzabas sobre mí y me besabas, no importara cuanto durara el beso, apenas acababa terminabas con un 'Eres un gran imbécil'. Echada a mi lado en la cama, veíamos el techo mientras hablábamos de cómo la vida nos había llevado a esa cama, como habían pasado tantos años y seguíamos ahí, como si fuese la primera semana.

Antes, cabello negro y ojos azul-verde, en los que me perdía cuando te miraba. Un día frío y gris, donde la lluvia no tardaría en presentarte, iba detrás de ti a todo lo que mis piernas daban, tú, por tu parte ibas relajada, burlándote de mí a tu manera, apostando sabiendo que ganarías y buscando cosas en mí que pensé que nadie buscaría jamás. Llegamos a tu casa, empapados en sudor para ducharnos y desayunar, era feliz cocinándote pese a que sabía que tu lo hacías mucho mejor. Comíamos para echarnos a descansar en tu cama.

Antes, de colores vivos y extravagantes, con ojos marrones me rodeaba de tus brazos, escuchaba tus vivencias y te compartía las mías, en el calor de tu cuerpo. Caminábamos entre los edificios que circundaban tu casa, torres altas y pocas casas, muchos parques y pocos árboles, al final encontrábamos un tumulto de pasto donde pasábamos horas hablando de lo que fuera, y nunca nos cansábamos.

Al final he sabido que todas estas mujeres en mis sueños eran una sola, eras tú, amor. Lo sabía por la fortaleza del sentimiento, y lo poderoso que éste llega a ser. Lo sabía porque al final, siempre pasaba lo mismo, me encontraba en el sentimiento, vivía en el y dejaba que se fuera sin poder hacer nada. Al final siempre has venido para irte pronto, amor. Pero en éstos días he vuelto a soñar constantemente contigo, esperando que cada vez sea más lenta esa ida, hasta el punto de que sea lo suficientemente fuerte para poder retenerte.




martes, 28 de mayo de 2019

Más allá de las estrellas.

Deambulaba por el vació del espacio, habían pasado ya 5 meses del accidente, y realmente no sentía el paso del tiempo. Para él solo había pasado una semana, recordaba todo con mucha nitidez... Era un día normal (si es que a eso se le puede llamar día) más allá de las estrellas, por lo menos para él. El, capitán de una nave sin nombre que emprendía misiones y se satisfacía con la exploración espacial y  una tripulación quizá no muy numerosa, pero si leal hasta los últimos instantes. Era un día tranquilo, así lo adaptaron ellos en función al día terrestre, sin embargo sin previo aviso uno de los principales reactores termonucleares con los que la nave se permitía viajar se malogró y en menos de lo que la luz puede recorrer travesías entre planetas más de la mitad de la nave quedó reducida a partes flotando erráticamente a lo largo del basto espacio.  El capitán sin pensarlo dos veces aisló la cabina, intentando salvar a sus compañeros, sin embargo, por los azares del destino, toda la tripulación se encontraba en la parte baja de la nave. Así, de un momento a otro aquella nave sin nombre se convirtió en una cabina que por falta de energía no podía desplazarse a su placer, pero que al menos serviría como refugio mientras alguna otra nave pasaba por ahí y se percataba de la situación.

Pasó el tiempo, y aquella otra nave nunca apareció. Solo, en el espacio, viendo más allá de las estrellas... el capitán completamente solo. Los primeros meses fueron los más difíciles, soñaba constantemente con su tripulación, sus amigos, con quienes había compartido por un gran tiempo, hablar de días y noches es complicado, puesto que en la inmensidad del espacio, casi siempre es de noche. Aquella cabina en la que se sentía prisionero contaba con provisiones de supervivencia para 20 años, sin embargo sobrevivir no implicaba una vida digna. Constantemente tenía pesadillas donde él era el culpable de todos los desastres, al fin y al cabo era el capitán, él debía velar por la seguridad y el bien de toda la nave, en vez de estar sentado en un trono sobre los demás. Constantemente disertaba y hablaba consigo mismo en voz alta, como si discutiese con alguien más, pero al final siempre solo. Siempre se afligía por lo sucedido y la impotencia de no poder hacer nada le ganaba. Estuvo al borde del suicidio varias veces, y muchos hubiesen estado de acuerdo con eso, al final era alguien perdido en el vacío del espacio, una muerte similar a la de su tripulación en condiciones adversas; pero nunca lo logró.

Después de varios ciclos semanales empezó a tranquilizarse, a buscar opciones más allá de las situaciones  negativas y de la profunda oscuridad del espacio. Su cabeza ya no tenía poder sobre él, ya lo había torturado lo suficiente con todo lo sucedido, después de mucho pensarlo y con mucho esfuerzo detrás, el capitán solo encontró tranquilidad. Aprendió a ver el infinito del espacio y buscar en él la belleza, ver como más allá de las estrellas podía encontrar nuevas oportunidades y se sentía agradecido de que su destino no fuera la fría muerte aleatoria en un lugar tan desolado. Habían pasado ya 5 meses del accidente y él solo sentía que había vivido 1. El tiempo en el espacio siempre dará a conjeturas físicas complejas de explicar, pero era como si el tiempo no pasara en los ojos del capitán solo.

viernes, 24 de mayo de 2019

Mendacium.

Siempre decías cosas que me endulzaban el oído, siempre cosas bonitas que extrañamente no eran acordes a tus actitudes. Llegaste a decirme que siempre estarías para mi debido al amor que sentías por mi, pero eso no fue más que otra mentira más que creí. Siempre me gustó vivir en ese mundo de mentiras, en primer lugar porque me gustaba creer que era todo cierto y en segundo porque siempre he querido ser el mejor mentiroso.

Han pasado ya dos años desde te fuiste, pero sigues aquí, en mi cabeza, en mi forma de ser. Todos me decían que eras una persona mentirosa, que no tenía corazón y que era fría como ninguna otra. Mi sorpresa llego al encontrar en muchas muestras de afecto por tu parte calidez en un gran corazón. Con eso empecé a dudar si realmente eso de que eras mentirosa era una mentira más.

¿Hasta dónde una mentira es eso? ¿Cuándo una mentira es una verdad escondida? ¿Cómo se da el caso contrario? Todas preguntas que me nacían mientras mas pasaba tiempo contigo y mas te iba conociendo. Mientras más te conocía, más preguntas me hacía. No me sentía tranquilo, pero llamaba mucho la atención conocerte,  tenías una forma de ser curiosa, siempre en función a una prosa que profesabas, pero que  muy rara vez demostrabas... hasta el punto que jamás olvidaré la primera vez que me dijiste 'No te vayas, te necesito'. 

Empecé a ver como mentías, o al menos así yo lo percibía. No solo cuando hablabas conmigo, sino en general cuando hablabas con cualquier persona. Moldeabas las cosas a tu favor en la mayoría de oportunidades que tenías para hacerlo, y no dudabas ni un segundo en mostrarte segura frente a todo lo que decías por más que supieses que yo sabía algo más. Eras cínica con tus palabras, pero en momento me dabas el cariño que me faltaba en ese momento. 

Al final todo me llevó a pensar ¿qué son realmente las mentiras? ¿Acaso una mentira deja de serlo cuando es mejor que la verdad que esconde? ¿Es una mentira repetida muchas veces una verdad?, contigo me preguntaba y me preguntaba cosas y empecé a tomar actitudes tuyas, empecé a mentir. 

Después de todo lo que me dijiste y que nunca permitiste que me fuera, un día tomaste la decisión de desaparecer. Me afligía el saber que no volvería a tener palabras bonitas de tu parte, porque al final, después de tanto repetirlas, sonaban como verdades. Siempre guardé en mi recuerdo tu muletilla más constante, 'No te vayas, te necesito'. Ésta que me enseñó a comportarme de una forma más maquiavélica, y por la cual te agradezco. 

Hasta el día de hoy no he obtenido respuesta a ninguna de las preguntas que me formulé al largo de éste texto, sin embargo, entendí que para vivir en un mundo de mentirosos, se tiene que ser el mejor de los mentirosos.

miércoles, 22 de mayo de 2019

El tesoro.

Y en círculos el cazador ando durante mucho tiempo. Vagaba, con su mirada fija en la luna, esperando a que la luz de un pronto amanecer le diese un norte y por ende una señal de ubicación. Un amanecer dónde los tonos azules y naranjas se besan y el sol empieza a tocar el firmamento, en un cielo que de un vistazo rápido será blanco, pero que al detallar irá perdiendo su color en las hojas de los árboles y en la densidad de éstos. Aquel sol que pretendía dar esperanza, terminó desapareciendo antes de que se imaginara. Un día gris, con gotas resbalándose por las hojas que minutos atrás habían sido bañadas por la luz solar, un día gris lleno de nubes que atormentó al cazador hasta que la oscuridad volvió a poseer el firmamento.

Perdido, cansado, desesperado y ansioso, aquel cazador decidió tomarse un respiro, al mirar el cielo nocturno se percató que a lo lejos, una pequeña estrella titilaba, como ninguna otra que hubiese visto antes en su vida. Poco a poco fue cerrando sus ojos, hasta que repentinamente el cantar de los pájaros hiciese que los se abriesen de repente. Era nuevamente de día, y decidido a salir de ése extraño lugar el cazador emprendió un nuevo camino, haciendo uso de todas aquellas técnicas que la experiencia le había proveído se encaminó a la salida de su laberinto.

Durante las primeras horas seguía sintiendo que caminaba en círculos, se sentía perdido y se desesperaba, pero cuando pensaba bien las cosas encontraba pequeños detalles que le hacían cambiar de opinión. Se dio cuenta, que en pequeñas cosas encontraba grandes diferencias y empezó a tener en cuenta cualquier mínimo detalle. Encontró en la simplicidad su más grande tesoro, aquel que en menos de lo que esperaba lo ubicó nuevamente y le dio valor para continuar con su aventura.

El cazador ya no estaba perdido, recorría nuevamente con total confianza aquellos lugares que en un momento lo agobiaban. En su tesoro encontró la tranquilidad, en su tesoro encontró la fuerza que necesitaba para afrontar con aun más experiencia, nuevas aventuras.

jueves, 11 de abril de 2019

Perdido.

Recorría bosques y selvas, el cazador tenía experticia en el asunto. Marcas en los árboles, señales en los ríos, tenía un manejo de ubicación que hasta el mismo Zetes hubiese quedado sorprendido. Todo ésto era debido a la experiencia que tenía, años cazando lo hacían un hombre sagaz, hábil, conocedor. Ese conocimiento en el campo lo hacía alguien audaz, sin temor alguno.

Sin embargo, después de horas caminando se percató que estaba andando en círculos. Había recorrido el mismo camino una y otra vez durante largas y tortuosas horas. Al final, bajo una oscura noche sin estrellas y con una luna muy tenue, el cazador se dio cuenta que por primera vez estaba perdido.

miércoles, 10 de abril de 2019

Nostalgia

La última vez que tomé éste bus, eras mi destino.
La última vez que me bajé allí, me esperabas con una sonrisa.
La última vez que caminé por esa calle, tomaba tu mano mientras te balanceabas en el andén.
La última vez que me senté en ese parque,  mirabas el cielo nostálgico.

La última vez que tomé ese atajo, reprochabas mi terquedad.
La última vez que caminé bajo la lluvia, me culpabas por mis impulsos.
La última vez que pedí perdón, me mirabas con tus ojos llenos de cariño.
La última vez, estabas ahí.

viernes, 4 de enero de 2019

Largas noches.

Entraste por la puerta, botas, falda, chaqueta negra, fue un llamado instantáneo al cual acudí. Sentía algo fuerte, algo vibrando dentro de mi, pero en el momento que volteaste y pude ver tu rostro caí perdido en esos ojos verdes, esos labios rojos y esa maldita camiseta, esa maldita camiseta que de una u otra manera me decía que podríamos compartir horas y horas escuchando música juntos.

Te sentaste en la barra, y sin mucho meditarlo pediste una cerveza. No podía quitarte mis ojos de encima, y en un punto lo notaste. Con una sonrisa coqueta dejaste entrever que no te molestaba, pero que no querías que eso quedase más en miradas. En un movimiento rápido me diste a entender que era mi momento de moverme y que si no lo aprovechaba todo lo que no había comenzado acabaría en ese momento. No sé de dónde, ni como, pero saqué valentía y me levanté de mi mesa, en linea recta atravesaba la multitud buscando llegar a la barra. Choqué, empujé y molesté, pero en mi cabeza solo podía pensar en esos labios rojos y esos ojos verdes mirándome fijamente.

'Hola' te dije, agitado, sudoroso y con un foco rojo escondiendo mi sonrojo. Respondiste de forma muy seca '¿Cerveza?' y yo solo pude asentir, en mi cabeza solo pensaba que ya, sin haber dicho más que una palabra la había cagado. Recibí la botella y por los nervios tomé más de la mitad en un sorbo. 'Garganta profunda, ¿eh?' fue lo siguiente que te escuché decir, seguido de un 'Yo también tengo la garganta un poco profunda, sería interesante si puedo mostrártelo'. Para mí, eso más que una propuesta indecente, fue la mejor forma de romper el hielo.

Una, dos, tres, ocho cervezas pasaron y seguíamos en la barra, hablando sin parar, de cine, de música, de sexo, de viajar, de deportes, de lo que se te pasara por la cabeza, empezaron a pasar las horas más y más rápido, hasta que un hombre nos interrumpió. 'Muchachos, ya cerramos, lo sentimos'. Con un leve balbuceo respondimos y salimos resignados. En el andén sacaste tu caja de cigarrillos y me ofreciste uno. Llevaba tal vez 4 meses sin fumar, pero sin pensarlo dos veces lo recibí, prendiste el tuyo, y luego prendiste el mío, sin necesidad de usar el encendedor nuevamente. Eran las 3:33 de la madrugada, y nuestra única preocupación era el frío. Mientras se consumía el cigarrillo y seguíamos conversando ibas buscando como volver a tu casa.

En un punto, sin transporte opiné que deberíamos ir caminando, a lo que tu te reíste y dijiste 'Es una idea muy estúpida, yo vivo muy lejos', pero que empezaste a seguir, conmigo detrás. 4:00 marcaba el reloj y no aguantabas más el frío, te di mi buso y me volviste a sonreír como lo hiciste en el bar. De la nada pasó un taxi, y lo tomamos sin pensarlo, yo te dije que te acompañaba hasta tu casa y luego seguía hacia la mía, pero entre roces y miradas extrañas por parte del conductor, me bajé contigo.

Me invitaste a pasar, estaba un poco desordenado. Había colillas y botellas de cervezas regadas aleatoriamente por el apartamento. Me pediste que esperara en el sofá de la sala, ibas por un buso para regresarme el mío. Al cabo de 5 minutos volviste, completamente desnuda, estaba anonadado.
Te abalanzaste sobre mí y entre besos y caricias empezamos a follar. Empecé a perderme entre tus piernas, entre tus pechos, en tu cadera y en ti. El calor que sentí, tu sudor, tus gritos, tus marcas en mi espalda... todo.

Ya son las 12:30 del medio día, sigo acostado en tu cama, tú a mi lado, aún desnuda reposas en silencio. Siento la necesidad de irme, pero no porque no quiera seguir contigo. Mientras pasa el tiempo me siento a ver el techo, pienso en como una persona de la noche a la mañana puede cambiar la vida de otra. Pienso en qué puede pasar, en qué no y en menos de lo que imaginas me armo un mundo en mi cabeza, referente a esa situación. Empiezas a despertarte, volteas y me ves y sin titubear te me pones encima, quieres que sienta tus pechos, me besas y te levantas. Prendes un cigarrillo y vuelves a invitarme, '¿Por qué no?' pienso. Me preguntas si tomo café para ver si preparas una o dos tazas y te vas, con nada más que mi camisa puesta a la cocina.

Mientras tomamos café, te digo que debo partir, pero que no quiero que ésto sea algo de una sola noche, la verdad estaba encantado no solo con tu cuerpo, o con tu mirada, estaba loco por tu forma de hablar, por tus ideas y comentarios y por tus gustos, los cuales compartías conmigo. Me gustaba como veías la vida y creo que me enamoré en un momento de tu forma de ser. Sin mucho preguntar, me diste tu número, te escribí por que siempre dudo en este momento y efectivamente eras tú.

Te pedí mi camiseta para irme, y sin mediar palabras en medio de la cocina te la quitaste, me preguntaste si me gustaba lo que veía y posterior a eso, volvimos a tener sexo en el mismo sofá de la noche anterior. Siendo las 3:33 salí de tu casa, iba contento viendo la vida, sentía que esa noche mi vida cambiaría y empezaría a irme bien en las relaciones sentimentales. Salí contento a la calle, y no tuve ni que dar el primer paso en la avenida para recibir tu primer mensaje. Todo indicaba que estaba en lo correcto que mi vida había cambiado.

Al tercer día, desapareciste y no te volví a ver.