jueves, 22 de agosto de 2013

La desilusión.

En el momento que te sientas frente a una pantalla. Tecleas entre 30-50 palabras por minuto, sientes que harás feliz a alguien y eso por consiguiente te hará feliz. Buscas la palabra indicada para cada situación, te rebuscas en un mundo mental lleno de conectores, lleno de sinónimos y también de antónimos. Un lugar lleno de tildes correctas e incorrectas, donde la velocidad del tecleo te puede hacer poner tildes erróneas caso de tú para definir posesiones de alguien. Después de instantes de inspiración llegas al límite. Sabes que escribir, todo eso en base a una persona. Pero las cosas no son como crees. Cuando ves un ambiente libre, un ambiente sin bloqueos, sin restricciones te das a la labor de ordenar más y más, llegando a componer escritos simples, pero a la vez significativos en cantidades. 5 o 6 en una tarde lluviosa. Tal vez 8 bajo la luz de la luna. No sé.

 Quizás todo sea color de rosa, escribes tras una pantalla, te lee quien quieres que te lea y buscas entrar en esa persona, buscas de alguna manera hacerte parte de ella en su inconsciencia. En un momento de genialidad puedes escribirle a una mujer algo referente a sus senos sin sonar como un enfermo o un degenerado. También puedes escribir un poema en base a su nombre, o a sus características físicas que te atraen. Esto cuando se esta siendo atraído por una persona. Cuando estas ahí y te das cuenta que estás haciendo algo bien eres débil y endeble a cualquier amenaza. Cuando menos te das cuenta tienes un rival por así decirlo. Ahí es cuando comienza la cuestión moral con uno mismo, donde se ve un margen de error de 75%, donde las esperanzas recaen en menos de un 10%.

"El que no arriesga no gana"... Pero ¿he de arriesgar teniendo las de perder?

"Aceptamos el amor que creemos merecer"... Realmente puedo llegar a hablar de amor en este momento. Quizás celos sí y también un sentimiento de amenaza. Pero amor. Aún no.

En este momento sólo sé que seguiré siendo su poeta bajo la luz de la luna, del que no sabe nada más que su forma de escribir. Eso me hace preguntarme, qué tan raro escribiré que no se da cuenta que soy yo...

Para terminar, sin más palabras la desilusión de ver como en cualquier momento se destruye mi trabajo tiene en mi una situación de moral muy fuerte, donde el bien y el mal atacan mi ser y no sé de donde sacar las dichosas fuerzas para luchar.

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